"Un ímpetu de la vida animista
mueve a Luis Moro en la pintura, en una extrinsecación de
las funciones interiores entre animales y hombre, entre objetos y elementos
naturales. La narración surge de esto comprometida en la linearidad,
fragmentada, desordenada, subordinada a la atención de aquel resplandor
de vitalidad que a toda costa es necesario recrear". |